Ocaso (2)

 

El blanco cierra los ojos,
somnoliento bosteza.
De su aliento
la fresca brisa cuadrada de la tarde
estira sus brazos, cada vez más cortos
de mangas púrpuras
da la vuelta, se detiene
como hora de reloj muerto
guiña un ojo de ámbar y sonríe.
Con paso firme sin descalzarse
camina por el mar
hasta perderse lejos, sin eco visual
Su risa remota de niño travieso.
Dejando sus juguetes en la orilla
para, seguro, volver mañana.

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