¿De que clase es el cielo eterno en el que escribo?

¿De que clase es el cielo
eterno en el que escribo?
¿Quién pintó de púrpura las
calas de mi mente, donde
continuamente baten las olas
inesperadas de mis pensamientos?
¿De qué clase es ese cielo?
¿Quién me dirá, por qué juego
en este teatro irreal, en este
fuego fatuo y continuo, donde
una correa de perro muerto
tiene más valor que un niño?
¿de qué clase, de qué cielo?
¿Y, ya nadie responderá
nadie me dirá, no, no llores
por ti, por tu alma,
ya no vale la pena,
no quedan más niños?
Y yo, responderé asustado
y persuadido
¿De qué niños hablamos
si no es de esos, esos
niños muertos, recién enfriados
en la helada tierra de sus
ataúdes desiertos?
Adiós niños, os dejo frescos
fríos y serios, de la nada
no sabréis, pero sí del viento
viento cálido que arrastra vuestras
almas por el infinito hueco de
un cordón de zapatos.

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