lápiz
Espigado, cimbreante
cálido su cuerpo
su alma de diamante
Su rubor se declara
si en el tacto
la letra equivocada
salta de su piel al calco
O si el apostrofe terco
salta a cada descuido
de uno a otro fragmento
Su sonrisa crispada
bondadoso y atento
confiado en tu mano
lacerante lamento
Pues, sin prisa, con calma
hace de cualquier verso
la rima soñada
del poeta converso.
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